¿Demasiada libertad?

Cuando el ser humano se comporta como un lobo solitario tiende a ignorar los límites de la libertad de expresión. (Foto: Amyris 2)

Autor: Amyris

El ser humano tiene la facultad de obrar de una manera u otra; también de no hacer nada, pero es responsable de sus actos. A esto se llama libertad. Le concede al hombre el derecho de manifestar y difundir sus ideas, opiniones o informaciones. Pero, ¿hasta dónde?

En la historia reciente de la prensa británica está registrado un caso que enfrentó esa libertad.

En una declaración escrita que hizo en una oportunidad el ciudadano inglés Christopher Jefferies afirmó: “Los medios nacionales me han vilipendiado desvergonzadamente”. El profesor retirado se sentía destruido luego de que la prensa sensacionalista acabara con su reputación y lo tildara de raro, lascivo y espeluznante.

Por unos 20 días, Jefferies -en ese entonces de 65 años- apareció en las principales secciones de medios de comunicación que buscaban armar un perfil que justificara a la Policía por haberlo detenido tras acusarlo de ser el principal sospechoso del asesinato de su vecina e inquilina Joanna Yeates en diciembre de 2010.

Soltero, excéntrico y un tanto solitario, fue incluso tildado por la prensa de homosexual y bisexual. En una edición del periódico The Sun, publicada durante los días en que era investigado, se veía en la portada una fotografía suya acompañada del gran titular: “El extraño señor Jefferies”.

Para el momento en que la Policía se disculpó por arrestarlo y avaló su inocencia, la imagen del profesor había sido mancillada. Buscando reparar su honor, Jefferies entabló una demanda contra los medios que lo difamaron. Obtuvo una indemnización y una disculpa pública de ocho periódicos nacionales. Se decidió también a ser un activista en contra de los excesos de la prensa. Su historia fue llevada al cine.

“Cuando fui liberado de la custodia (policial), no tenía idea de que simplemente iba a tener que permanecer en el interior (de la casa) casi todo el día y salir ocasionalmente por la noche para evitar el escrutinio de los medios”, dijo Jefferies en diciembre de 2013.

En el siguiente video se puede ver una entrevista en inglés hecha a Jefferies por un medio británico.

 

Amparándose en el derecho a la libertad de expresión, el escrutinio que casi arruina a Jefferies se ha extendido más allá de la prensa. En estos tiempos de globalización y acceso a tecnologías de la información, en las sociedades menos represivas muchos se consideran libres de divulgar sus ideas sobre algo o alguien, sin importar el cómo, las palabras usadas y el tono. Pero, ¿esa libertad tiene límites?

La Declaración Universal de los Derechos Humanos, proclamada en 1948, dice en su artículo 19: “Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión”.

Aunque lo anterior parece una declaración absoluta, es importante notar que otros documentos establecen limitantes. El Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, adoptado en 1966 y puesto en vigor en 1976, establece en su artículo 19 que el ejercicio del derecho a la libertad de expresión entraña deberes y responsabilidades especiales. Agrega que, por consiguiente, puede estar sujeto a ciertas restricciones, que deberán estar expresamente fijadas por la ley y ser necesarias para asegurar el respeto a los derechos o a la reputación de los demás y la protección de la seguridad nacional, o el orden público, la salud y la moral pública.

El artículo 49 de la Constitución de la República Dominicana avala la libertad al establecer que “toda persona tiene derecho a expresar libremente sus pensamientos, ideas y opiniones, por cualquier medio, sin que pueda establecerse censura previa”. Sin embargo, la Carta Magna hace una salvedad: “El disfrute de estas libertades se ejercerá respetando el derecho al honor, a la intimidad, así como a la dignidad y la moral de las personas, en especial la protección de la juventud y de la infancia, de conformidad con la ley y el orden público”.

A pesar de lo que está escrito en documentos de carácter universal y los preceptos de un ejercicio de vida ético, la creciente actividad cibernética y comercial del ser humano ha motivado a que, en su afán por ganar tráfico web y conseguir la mayor retroalimentación en las redes sociales, los medios de comunicación y la gente tiendan a compartir en sus respectivos canales contenidos perturbadores o que afecten la intimidad.

Videos grabados sin criterios éticos son subidos a la internet, como aquellos con imágenes del hallazgo del cadáver de Emely Peguero en una maleta. (Foto: Amyris 2)

Sin que haya posibilidad de que exista un “policía digital”, más que los criterios éticos, la libertad de expresión parece enarbolarse siempre y cuando no afecte en primera persona, es decir, se divulga información de terceros, pero se pide reserva cuando el protagonista es conocido.

Bajo esta premisa, se comparten imágenes de cuerpos ensangrentados en escenas de un accidente o de un crimen, como ocurrió tras el asesinato del periodista Claudio Nasco en 2013, o con los restos encontrados dentro de una maleta de la adolescente Emely Peguero en 2016. Ambos materiales visuales fueron difundidos por la prensa y usuarios de las redes sociales. Eran “la prueba” de que los hechos ocurrieron. Lejos estuvo pensar en la dignidad o el honor que observa la Constitución o el dolor de las familias.

Tampoco se cuidaron las salvedades de la Carta Magna cuando, en noviembre de 2018, la comunicadora Kiara Romero cayó de un tercer piso, tras alegadamente lanzarse con un fin suicida, y sufrió severas lesiones.

Medios de comunicación tuvieron acceso a un video que recogía el momento en que el cuerpo de la joven caía al pavimento. En vez de analizar si el contenido respetaba el derecho a la dignidad de la mujer -quien no falleció-, el material se publicó y difundió en las redes sociales, y llegó a ser reproducido en medios internacionales. La plataforma YouTube terminó censurando el contenido que se subió a su sistema, pero en otros manejadores de recursos audiovisuales aún continuaba en línea.

El popularizado periodismo ciudadano, que si bien ha empoderado para informar a una masa con acceso a teléfono celular o una cámara, también supone dilemas éticos sobre los filtros y depuración del contenido compartido. Estos colaboradores espontáneos hacen uso de la libertad de expresión pero, así como se cuestiona a la prensa formal, ¿ellos también respetan el derecho al honor, la intimidad, la dignidad y la moral de las personas?

Bill Kovach y Tom Rosenstiel [1]  destacan en Los elementos del periodismo que el sexto principio o deber de la prensa se basa en que el periodismo debe proporcionar un foro público para la crítica y el comentario. “Aunque las nuevas tecnologías han dado más vigor a ese foro, su velocidad e inmediatez han incrementado también su poder para distorsionar, confundir y mermar la importancia de otras funciones de la prensa libre” (Kovach y Rosenstiel 185).

Los autores observan que la internet no ha disminuido la necesidad de una prensa que ha de esforzarse por ser responsable. “Los boletines electrónicos, los chats, los foros de noticias y otros foros diversos han convertido lo que fueron conversaciones privadas en parte del debate social” (Kovach y Rosenstiel 197).

“La libertad y los derechos van hasta donde comienzan las libertades y derechos de los demás”. | Javier Darío Restrepo

El 3 de agosto de 2018, en la página pública de Facebook del periodista Roberto Cavada se publicó un mismo video dos veces, que la red social advierte antes de reproducirlos que su contenido puede ser delicado para algunas personas. Se trata de las imágenes del momento en el que una haitiana da a luz en la calle al presentarse un parto precipitado, frente a una clínica de Villa González. La persona que grabó el video y lo envió al comunicador hizo tomas frontales de la madre, a quien se le ve acostada en el pavimento con un rostro turbado y el cordón umbilical saliendo de su vagina ensangrentada.

Al 20 de enero pasado, un video tenía 283,000 reproducciones y el otro 82,000; el primero se había compartido 2,500 veces y el segundo 739. A pesar de su alta recepción, hubo personas que reaccionaron molestas por la crudeza de las imágenes. Una seguidora de la página comentó: “Pero y por que tienen que ponerle la camara en su parte privada falta de respeto.. y de consideracion y si fuera su hermana o su madre le gustaria. Basta, basta ya de tanta falta de respeto caramba, respeten debieron cubrila mejor (sic)”.

El noticiero Informativos Teleantillas usó el mismo material para reseñar el caso y trató de ser ético al difuminar el cuerpo de la mujer.

Los medios locales procuran aumentar su audiencia apoyándose en la alta penetración de la internet en un territorio con 10.2 millones de habitantes. A diciembre de 2018, el Instituto Nacional de las Telecomunicaciones (Indotel) registraba 7.4 millones de cuentas de acceso a internet en el país y 8.9 millones de líneas en operación de telefonía móvil.

En la República Dominicana había hasta el año pasado 5.6 millones de usuarios activos de las redes sociales, según el Global Digital Report 2018, divulgado por la agencia We Are Social y la plataforma Hootsuite.

A nivel mundial, el informe estima que más de 4,000 millones de personas son usuarios del internet y sobre los 3,000 millones son activos en las redes sociales.

Facebook, fundada en 2004, reporta que a diciembre de 2018 tenía en promedio 1,520 millones de usuarios activos cada día. Para abril de ese año, el informe de We Are Social y Hootsuite la ubicaban como la red social con más usuarios activos en el mundo.

Los datos demuestran el acceso de la población a herramientas de comunicación que pueden usarse para difundir y recibir contenidos, y convertir, por ejemplo, algo en viral o en desinformación, como las eventuales tergiversaciones de noticias e imágenes sobre los haitianos y su país, para avalar denuncias infundadas de invasión a su territorio vecino o de inestabilidad social. O quizás nutrir el afán de alimentar el ego, cuando en vez de auxiliar a un accidentado, se procura tomar fotos y grabar videos de las víctimas para subirlas en las redes sociales y conseguir retroalimentación.

El comportamiento de los usuarios de ese universo de interacción aún se discute. No hay una respuesta concluyente a la interrogante de si en estas se abusa de la libertad de expresión y cómo es más viable distinguir qué es acoso y qué no.

En 2017, la presentadora de televisión Sandra Berrocal y su esposo, el cantante de música urbana Crazy Design, se consideraron agraviados por publicaciones de usuarios de las redes sociales que cuestionaban la paternidad del hijo de ambos. La madre denunció el caso en la Policía Nacional.

Facundo Manes [2]  observa en El cerebro del futuro que en estas redes hay personas con sicopatologías. El neurocientífico destaca que “en un estudio de la Universidad de California se demostró que los agresores suelen degradar a otros para consolidar y reforzar su propia posición” (Manes 204).

Agrega que “los hostigadores virtuales actúan para compensar su baja autoestima” y algunos “exhiben rasgos de personalidad antisocial y pueden mostrar características de psicopatía como conductas de agresión y falta de empatía” (Manes 204).

“Los llamados ‘troll’ suelen provocar de manera virtual con palabras y modos que no se atreverían a usar cara a cara. Ciertos estudios revelaron que las personas eran más propensas a amenazar a sus pares en el debate cuando utilizaban un alias y no sus nombres reales” (Manes 205).

Para el neurólogo, el uso de las redes sociales y la libertad de expresión es un tema que debe abordarse en los foros de discusión actuales, así como se le da importancia al cambio climático y al terrorismo.

“Todo periodista, desde el que se sienta en la redacción al que lo hace en la sala de juntas, debe tener un sentido personal de la ética”. | Bill Kovach y Tom Rosenstiel

Una reportera mexicana envió una pregunta a la sección digital Consultorio Ético de la Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI). En la entrada, titulada “¿Cuáles son los límites de la libertad de expresión?” [3], contó que un periodista publicó un tuit en el que incitaba al asesinato de un candidato de izquierda a la presidencia. Colegas desaprobaron su publicación y fue despedido, pero también hubo la opinión de que se vulneró su libertad de expresión.

La periodista preguntó por qué fue equivocada la acción y cuál es el papel de los trabajadores de la prensa.

El maestro Javier Darío Restrepo, especialista en ética periodística, respondió a la consulta. Consideró como “un error que proviene de la idea de que la libertad debe ser absoluta” la creencia de que “alguien pueda tener libertad para pedir la muerte de una persona por diferencias políticas”.

“No hay libertades, ni derechos, ni verdades absolutas”, agregó Restrepo. “La libertad y los derechos van hasta donde comienzan las libertades y derechos de los demás; por eso nadie es libre para amenazar de muerte, ni para matar, ni para calumniar, ni para robar, ni para mentir”.

En La constelación ética [4] el maestro se pregunta: “¿Qué está primero: la ética o la libertad?” (Restrepo 94). “¿Es posible ser primero libre para ser luego ético? ¿O es la ética un preámbulo de la libertad? Y de nuevo se configura una simultaneidad que se resuelve en un círculo virtuoso: para ser ético necesito ser libre y cada acto de libertad me impulsa a las alturas de lo ético” (Restrepo 94).

Kovach y Rosenstiel afirman que los periodistas tienen una obligación con su conciencia personal. “Todo periodista, desde el que se sienta en la redacción al que lo hace en la sala de juntas, debe tener un sentido personal de la ética y la responsabilidad de expresar en voz alta lo que le dicte su conciencia y permitir a los demás que lo hagan” (Kovach y Rosenstiel 249).

Ampararse en la libertad de expresión sin tomar en cuenta el derecho, dignidad, moral y protección de los otros, es creerse un lobo solitario al que no le afectan las relaciones humanas.

El hombre es un ser social al que su conciencia le dicta lineamientos éticos. Cuando informa debe tener presente el principio de servicio público que el periodismo tiene de manera intrínseca.

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Referencias

[1] Bill Kovach y Tom Rosenstiel: Los elementos del periodismo. Penguin Random House Grupo Editorial, Barcelona, 2014.

[2]  Facundo Manes: El cerebro del futuro. Planeta, Buenos Aires, 2018.

[3] ¿Cuáles son los límites de la libertad de expresión? (s.f.). Recuperado de: http://fnpi.org/es/consultorio-etico/consulta/1826

[4] Javier Darío Restrepo: La constelación ética. FNPI, Cartagena, 2018.

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